Tengo la sensación de no saber
donde vivo e incluso la certeza de que todo lo que está pasando no debería
evolucionar así. Siempre he pensado que es más fácil hacer las cosas bien que
hacerlas mal pero aún así las personas nos encabezonamos en hacerlas de la
forma incorrecta. Nos gusta lo prohibido, lo complejo y lo morboso sin tener
apego por lo que nos rodea. Miles de situaciones y cada una desarrollándose de
la forma más injusta posible. Miremos donde miremos, ya sea en nuestra ciudad,
país o planeta, todo sucede de la forma más irracional posible.
Este mundo es para los corruptos,
los sanguinarios y los delincuentes. Las personas de bien simplemente están
ahí. Tienen ganas de trasladar sus buenas acciones pero pasan desapercibidos.
Los corruptos acampan a sus anchas por la sociedad. Basta con ver el último
caso sucedido en Cataluña donde el presidente honorifico del partido con más
influencia de ese territorio se auto confiesa y declara su evasión fiscal sin
tapujos. La sorpresa de los ciudadanos es cada vez menor porque por desgracia
nos estamos acostumbrando a este tipo de situaciones ¿Habrá algún político que
no se haya visto salpicado por temas de corrupción? Alguno seguro que habrá
pero cada vez hay menos y esto provoca una situación de alarma que un día
explotará. La preocupación de quienes gobiernan es otra. Están sometidos al
poder de los lobby y los mercados y la lavada de manos es cada vez mayor. En
vez de endurecer las penas a estos personajes para que no se vuelvan a repetir
este tipo de actos, como por ejemplo obligar a la devolución de todo el dinero
que se han llevado, desarrollan su trabajo en modificar la ley del aborto o en
crear una ley de seguridad ciudadana que bien podría llamarse ley de seguridad
al político. Pero no solo está el caso que hace pocos días conocimos en
Cataluña, sino que también sabemos la existencia de la trama Gürtel, el caso de
los ERE, caso Pokemon o el entramado de la Comunidad Valenciana, entre otros. Estos
son algunos ejemplos donde se refleja la necesidad de cambiar la sociedad tanto
en ámbitos institucionales como sociales
con el fin de promulgar la buena marcha social entre todos. Simplemente es
caminar a un mismo ritmo. La simbiosis empresario-político asusta y a menudo
escuchamos diversos casos de corrupción donde siempre aparece la nueva pareja
artística. Un teatro donde los espectadores no salimos del asombro mientras
vemos como los desahucios o el paro se centran en los verdaderos problemas a
resolver de forma urgente. Predecir la economía en un país donde, un día sí y
otro también, salen a la palestra nuevos casos con miles de millones defraudados
se antoja complicado.
Si alargamos la vista nos damos
de frente con el conflicto bélico de Gaza. Una frontera y una cifra de civiles
muertos que aumenta por día. La pasividad que hasta ahora muestra la sociedad
mundial ante la masacre que allí sucede brilla con luz propia. Aunque el
conflicto de Gaza es actualmente el más preocupante no hay que dejar de lado la
pobreza que en años reina en África o la que poco a poco va caminando sobre
algunos países de Europa gracias a la austeridad impuesta por algunos
mandatarios que buscan el beneficio propio antes que el beneficio social. El sobreesfuerzo de las organizaciones
humanitarias es el reflejo de que las cosas no se están haciendo bien.
Escuchar la radio o ver la
televisión bastan para darse cuenta de que la gran mayoría de los ciudadanos
estamos aquí con una labor y es intentar ser feliz en un mundo donde no hay
felicidad. Dar cabida a una palabra tan fácil de pronunciar pero difícil de
ejecutar se debería convertir en el objetivo primordial de la vida en general.
Se responsable, utiliza la ética, y promulga los valores de la buena conducta.
Cuack!