Estamos en otra era. Nos
encontramos en un momento de incertidumbre general en cuanto a actitud se
refiere y es que no sorprenderse de lo que ocurre en nuestra sociedad asusta.
Así se define la nueva España, un país donde los escandalos suceden día a día.
Me horroriza ver cómo nos estamos acostumbrando a que cada semana, como mínimo,
veamos en televisión, escuchemos en radio o leamos en prensa sucesos marcados
por la ilegalidad y bochorno. No solo me refiero a la corrupción, que está a la
orden del día, sino a otro tipo de acontecimientos que marcan la carta de
ajuste semanal.
¿Hacia dónde nos dirigimos? Según
el gobierno vamos en la buena dirección, pero los escándalos de este, y otros,
partidos no dejan de alarmarnos. Hace poco nos hemos enterado que uno de los
imputados en la trama de las tarjetas black ha sido despedido y contratado en
la misma semana por el mismo partido. Curiosamente, los mismos que dicen luchar
contra la corrupción no paran de tener "buenas acciones" para que
esto quede demostrado. Por otro lado tenemos la sorprendente historia de
Nicolás. Un joven de tan solo 20 años que parece ser el salvador de nuestro
país. Un joven que sorprende con su historia y que incluso nos hace reír con
ella. Otros incluso la aplauden pero lo que no es normal, y aquí esta la
cuestión de todo, es que nos quedemos impasivos ante los sujetos principales de
la historia. Hay documentos gráficos que muestran que él estaba ahí pero sin
embargo, ahora, nadie le conoce. Si nadie le conoce y consiguió estar donde estuvo
nos hace ver que España es lo más parecido a una pandereta. Detrás de todo esto
tiene que haber una gran historia pero para ello, parece, que tendremos que
esperar. Volviendo al tema de las tarjetas opacas, han dejado que un ente
rescatado con dinero público sea desvalijado por parte de sus consejeros para
luego seguir con una política de desahucios, por ejemplo, que nos muestra el
rostro más duro y claro de las desigualdades.
Somos un país de morbo donde
llegamos a aplaudir y abuchear a la misma persona cuando está entrando en la cárcel.
Es más simple de lo que es, si ha cometido irregularidades fiscales debe pagar
por ello, con independencia de sus dotes artísticas. Somos capaces de volcarnos
y salir a la calle para acudir al funeral de una persona y sin embargo no somos
capaces de luchar contra las injusticias. Otro escándalo general son todos
aquellos sucesos que tienen que ver con la política. Un senador viaja por
placer y carga todos esos viajes a las cuentas del Senado y no pasa nada. Por
más que intente demostrar, si a eso se le puede llamar demostrar, que no fue
así no conseguirá la credibilidad general. Un expresidente de una comunidad autónoma,
que ahora quiere ser un país independiente, confiesa que estuvo robando durante
más de 30 años y sin embargo es recibido con aplausos el día que, a su manera,
ofrece explicaciones ¿donde está le ética? No me olvido del problema de
Canarias. Un lugar, donde hay un 15% de probabilidad de encontrar petróleo, es
inspeccionado a sabiendas de los riesgos que existen para la fauna marina y los
propios habitantes canarios que pueden ver como el agua que consumen se puede
ver dañada. A pesar de los informes de riesgos el proyecto sigue adelante, una
clara puerta giratoria para el ministro se abre y un nuevo ataque de la armada
se produce sin las meras disculpas políticas.
Dicen que la política es complicada pero opino lo contrario, creo que la
política debe adaptarse a los tiempos y a la sociedad en la que vive.
La nueva diana de todo y para
todo es Podemos, la nueva formación política que en las encuestas arrasa, pero
nos estamos dejando atrás la razón principal de este cambio: las cosas no se están
haciendo bien. Mayores mecanismos de control es lo que podría ayudar a que
estos sucesos no ocurran o al menos disminuyan. Y por supuesto la utilización
de la ética y el sentido común. No paramos de decir que esto ocurre porque es
nuestra cultura, que desde siempre España ha sido así ¿no es hora de cambiar
esa cultura? Quiero dibujar un país donde la corrupción y los escándalos
sociales no tengan sitio.
Cuack!