martes, 14 de noviembre de 2017

Querido Alberto

Bendito llanto que sonó y nos hizo llorar. Benditas horas de espera para verte llegar al mundo y bendita sonrisa que no se consigue borrar.

Todo comenzó con una prueba que afirmaba lo que tanto esperábamos: tu llegada. Han sido nueve meses de ilusiones, decisiones, alegrías y malestar. Sobre todo para ella, tu mama. Te ha sentido día tras día, ha sufrido por ti y ha luchado como la que más. He estado a su lado para acompañarla en el maravilloso mundo del embarazo pero el premio es para ella. Un día te contaré porque se convirtió en mi heroína particular y verás, cada día, porque es toda una campeona. Veros juntos es el mejor regalo para mí y el mayor premio a tanto esfuerzo.

El día que nos confirmaron el embarazo las lágrimas dibujaban una sonrisa eterna. Cada vez que te veíamos en una revisión deseábamos que llegase otra para volver a verte. No se me olvidará aquella que hasta parecía que nos saludabas como diciendo: aquí estoy. Tampoco se me olvidará la primera vez que puse la mano en la barriga y te sentí dar patadas. Tu madre te sentía cada día pero para mí ese momento se me quedo grabado. Fue nuestro primer contacto en el que nuevamente lloré. Durante todo este tiempo, cada mañana ponía mi mano sobre la barriga de mama y parecías sentirme de tal forma que me dabas los buenos días a tu manera. Con un pie, una mano o con cualquier parte de tu cuerpo todos los días me saludabas.  Te he hablado muchas veces sin saber si me escuchabas o no pero desde antes de que naciera ya te estaba aconsejando. Si supieras la de veces que hemos llorado sin haberte visto entenderás el porqué te escribo estas palabras. Empezaste como un proyecto y ya eres una realidad.

A partir de ahora, que ya estas entre nosotros, me alegraré y lloraré. Te veré y te besaré. Te cogeré en brazos y volveré a llorar. Te daré de comer y te cambiaré. Te arroparé, te dormirás y te veré mientras duermes. Te despertarás e iré. Llorarás y no sabré que quieres pero aun así te consolaré.  Te miraré, me embelesarás y te querré.

Comenzarás a andar y te guiaré. Te caerás y te ayudaré. Harás travesuras y te reñiré. Te divertirás y me reiré. Disfrutarás de la vida y te acompañaré. Empezarás a hablar y te escucharé. Me preguntarás y te responderé. Jugarás y jugaré contigo. Te harás daño y te curaré. Dormirás y descansaré. Abrazarás a mama y os contemplaré.  Pasearás e irás de mi mano. Pedirás y, si puedo y debo, te daré. Te enfadarás y se te pasará. Me sonreirás y te querré.

Aprenderás y te ayudaré. Me pedirás consejos y te los daré. Te caerás y, desde un punto más lejos que la caída anterior, te ayudaré a levantarte hasta el día que ya sabrás levantarte solo.

Todo esto que te escribo lo hago mientras te miro. Pronto te llevaré a la Tacita, tu otra casa, y en mis brazos te  enseñaré  la Caleta, pasearemos por los rincones de la ciudad y escucharemos juntos carnaval. Es curioso pero con el papel empapado de lágrimas te escribo mis primeras palabras y con la mayor ilusión jamás escrita espero hacerlo bien para conseguir ser aquel carpintero cuya historia lo mantiene en silencio. Quiero cuidarte, educarte y enseñarte pero sobretodo quiero amarte.


Cuack!



martes, 24 de enero de 2017

Difícil de explicar

Nunca se dijo que fuera fácil. Intentar describir en palabras las impresiones y sensaciones sobre algo es una tarea difícil de realizar. Es posible que me equivoque, que acierte o que me olvide de algo pero a pesar de ello lo voy a intentar.

Ser gaditano es difícil de explicar. Es más que un sentimiento. Es un flujo de emociones que solo el que nace allí es capaz de sentir. Aunque no lo parezca y sea cada vez más conocido, resulta complicado explicarle a alguien ajeno al Carnaval que cuando llega febrero comienzan a aflorar nuevos sentimientos a ritmo de 3 x 4. El compás se apodera de una gran parte de la población y durante una temporada, que en algunos perdura casi todo el año,  no somos capaces de escuchar y cantar algo diferente que no sea Carnaval. Dicen que hablamos cantando y es que por algo será. El Carnaval es esencia y cuando las cortinas se abren se da inicio al espectáculo que, oficialmente, dura una semana pero que a todo gaditano le acompaña gran parte del año. Se ha convertido en un acontecimiento cada vez más internacional y donde la ironía, la satírica, la crítica, la diversión y la poesía hacen acto de presencia.

Cádiz no es solo Carnaval. Dejamos nuestra gran fiesta para meternos en otra donde el sonido de la horquilla la convierte en singular. Sin querer quitar mérito a las demás, no tenemos la Semana Santa más televisada ni laureada de España pero tenemos algo característico que la convierte en diferente y por la cual el gaditano tiene fe, disfruta, siente y llora. De Domingo a Domingo vivimos con respeto la esencia de la Semana Santa y en todo ese tiempo acompañamos y disfrutamos la procesión de nuestras queridas imágenes.

Llega el verano y Cádiz se engrandece. El levante y el poniente comienzan a batallar mientras la tacita brilla con luz propia. Las playas, que destacan en el territorio nacional, se llenan de gaditanos y turistas que disfrutan de la naturaleza de una forma ejemplar. La costa gaditana es única pero si hablo de playas tengo que hablar de ella. Historia, singularidad y magia se juntan para dar nombre a La Caleta. Como bien dice la letra de una comparsa a la que da nombre: "es el embrujo sobrenatural de esa diosa del mar". Y es que para mí, la Caleta es la cuna de verano de donde jamás quiero despertar y mi camino de invierno donde siempre pasear. Para saber apreciar lo que la Caleta significa hay que ir y disfrutar un día entero allí. De esa forma podrás contemplar los castillos que la rodean, las piedras que se asoman en la bajamar para luego ocultarse en la pleamar, el Balneario que abraza a su gente y la variedad de barquitas que se giran mirando al sol cuando este decide ocultarse tras el mar. Termina el verano y Cádiz se engalana para disfrutar de su patrona. Los patrones, a la entrada de la ciudad, la custodia y os dan la bienvenida mientras que la Virgen del Rosario resguarda a los gaditanos de cualquier mal.

Sin embargo, no penséis que el resto del año Cádiz no palpita. Esta ciudad se mantiene viva día a día. Tan viva como su historia. Más de tres mil años la ampara y sus plazas y monumentos dan fe de ello. Un teatro romano da prueba de que el enclave de Cádiz fue importante. Sus torres miradores alertaban de los movimientos en el mar y una Catedral que contempla cada día la caída del sol son algunos de los muchos rincones que la tacita te puede mostrar.

Mención especial merece el gaditano. Persona alegre y jovial, que sabe reírse de sí mismo y que sabe afrontar las penas con una sonrisa. El carácter del gaditano es así. Te intentará decir las cosas con “ange” (como decimos  allí), sin menospreciar a nadie y con la alegría característica del lugar. Un gaditano nace con la convicción de que hay luchar y salir adelante. Luego, lo podrá hacer bien o mal pero al menos siempre lo intentará.

Pero no todos son piropos. El aspecto laboral es su gran lastre y por ello muchos gaditanos nos tuvimos que marchar con la pena que solo el que lo sufre puede explicar. Todos, incluso los que ya tenemos una vida en otro lugar, queremos que este asunto se vaya solventando con la rapidez o lentitud que precise pero que se haga de la mejor manera posible para que las futuras generaciones de gaditanos no tengan que abandonar su tierra. Yo tuve suerte y a pesar de todo no guardo rencor por no labrar mi futuro en el lugar donde nací pero tampoco quiero que tu, Cádiz, me lo guardes a mi por salir de allí. Tuvimos que separarnos. Los motivos eran importantes pero quiero que sepas que cada día que pasa te sigo teniendo presente y que sospechar una vida sin pronunciarte es sencillamente inimaginable. Por más veces que vaya a verte y quiera acostumbrarme es imposible que, a la vuelta, desaparezca el nudo en la garganta. Ese pellizco nunca se va. Cerrar la puerta del coche y decir hasta otra es algo a lo que no me acostumbro. No soy capaz de dejar de hablar de ti por un día y quiero que sepas que a pesar de estar en otro sitio no olvido mis raíces.

Este gentilicio es difícil de explicar y aunque no pretendo comprensión quiero que sepan que sin elegir ser gaditano me alegro de serlo. Cádiz, eres parte de mi  y por ello te seguiré, te visitaré, te querré, te mimaré, te defenderé, te cuidaré y nunca te olvidaré.


Cuack!