Nunca se dijo que fuera fácil.
Intentar describir en palabras las impresiones y sensaciones sobre
algo es una tarea difícil de realizar. Es posible que me equivoque, que acierte
o que me olvide de algo pero a pesar de ello lo voy a intentar.
Ser gaditano es difícil de
explicar. Es más que un sentimiento. Es un flujo de emociones que solo el que
nace allí es capaz de sentir. Aunque no lo parezca y sea cada vez más conocido,
resulta complicado explicarle a alguien ajeno al Carnaval que cuando llega
febrero comienzan a aflorar nuevos sentimientos a ritmo de 3 x 4. El compás se
apodera de una gran parte de la población y durante una temporada, que en
algunos perdura casi todo el año, no
somos capaces de escuchar y cantar algo diferente que no sea Carnaval. Dicen
que hablamos cantando y es que por algo será. El Carnaval es esencia y cuando las
cortinas se abren se da inicio al espectáculo que, oficialmente, dura una
semana pero que a todo gaditano le acompaña gran parte del año. Se ha
convertido en un acontecimiento cada vez más internacional y donde la ironía,
la satírica, la crítica, la diversión y la poesía hacen acto de presencia.
Cádiz no es solo Carnaval. Dejamos
nuestra gran fiesta para meternos en otra donde el sonido de la horquilla la
convierte en singular. Sin querer quitar mérito a las demás, no tenemos la
Semana Santa más televisada ni laureada de España pero tenemos algo característico
que la convierte en diferente y por la cual el gaditano tiene fe, disfruta,
siente y llora. De Domingo a Domingo vivimos con respeto la esencia de la
Semana Santa y en todo ese tiempo acompañamos y disfrutamos la procesión de nuestras
queridas imágenes.
Llega el verano y Cádiz se
engrandece. El levante y el poniente comienzan a batallar mientras la tacita
brilla con luz propia. Las playas, que destacan en el territorio nacional, se
llenan de gaditanos y turistas que disfrutan de la naturaleza de una forma
ejemplar. La costa gaditana es única pero si hablo de playas tengo que hablar
de ella. Historia, singularidad y magia se juntan para dar nombre a La Caleta.
Como bien dice la letra de una comparsa a la que da nombre: "es el embrujo
sobrenatural de esa diosa del mar". Y es que para mí, la Caleta es la cuna
de verano de donde jamás quiero despertar y mi camino de invierno donde siempre
pasear. Para saber apreciar lo que la Caleta significa hay que ir y disfrutar
un día entero allí. De esa forma podrás contemplar los castillos que la rodean,
las piedras que se asoman en la bajamar para luego ocultarse en la pleamar, el
Balneario que abraza a su gente y la variedad de barquitas que se giran mirando
al sol cuando este decide ocultarse tras el mar. Termina el verano y Cádiz se
engalana para disfrutar de su patrona. Los patrones, a la entrada de la ciudad, la
custodia y os dan la bienvenida mientras que la Virgen del Rosario resguarda a
los gaditanos de cualquier mal.
Sin embargo, no penséis que el
resto del año Cádiz no palpita. Esta ciudad se mantiene viva día a día. Tan
viva como su historia. Más de tres mil años la ampara y sus plazas y monumentos
dan fe de ello. Un teatro romano da prueba de que el enclave de Cádiz fue
importante. Sus torres miradores alertaban de los movimientos en el mar y una
Catedral que contempla cada día la caída del sol son algunos de los muchos
rincones que la tacita te puede mostrar.
Mención especial merece el
gaditano. Persona alegre y jovial, que sabe reírse de sí mismo y que sabe afrontar
las penas con una sonrisa. El carácter del gaditano es así. Te intentará decir
las cosas con “ange” (como decimos allí),
sin menospreciar a nadie y con la alegría característica del lugar. Un gaditano
nace con la convicción de que hay luchar y salir adelante. Luego, lo podrá hacer bien
o mal pero al menos siempre lo intentará.
Pero no todos son piropos. El aspecto
laboral es su gran lastre y por ello muchos gaditanos nos tuvimos que marchar
con la pena que solo el que lo sufre puede explicar. Todos, incluso los que ya
tenemos una vida en otro lugar, queremos que este asunto se vaya solventando
con la rapidez o lentitud que precise pero que se haga de la mejor manera
posible para que las futuras generaciones de gaditanos no tengan que abandonar
su tierra. Yo tuve suerte y a pesar de todo no guardo rencor por no labrar mi
futuro en el lugar donde nací pero tampoco quiero que tu, Cádiz, me lo guardes
a mi por salir de allí. Tuvimos que separarnos. Los motivos eran importantes
pero quiero que sepas que cada día que pasa te sigo teniendo presente y que sospechar
una vida sin pronunciarte es sencillamente inimaginable. Por más veces que vaya
a verte y quiera acostumbrarme es imposible que, a la vuelta, desaparezca el
nudo en la garganta. Ese pellizco nunca se va. Cerrar la puerta del coche y
decir hasta otra es algo a lo que no me acostumbro. No soy capaz de dejar de
hablar de ti por un día y quiero que sepas que a pesar de estar en otro sitio
no olvido mis raíces.
Este gentilicio es difícil de
explicar y aunque no pretendo comprensión quiero que sepan que sin elegir ser
gaditano me alegro de serlo. Cádiz, eres parte de mi y por ello te seguiré, te visitaré, te querré,
te mimaré, te defenderé, te cuidaré y nunca te olvidaré.
Cuack!