Parece que hemos llegado a su fin. La etapa
del “bloqueo político”, como algunos la han denominado, ha concluido pero con
diferentes sensaciones y resultados. Hay quien lo celebra y quien no. Hay quien
entiende la forma de desbloquear la situación y otros que están totalmente
contrariados y además se sienten traicionados. Muchas posturas han encasillado
el dialogo que los ciudadanos han votado. Aun así, sea como fuere tendremos
gobierno.
Han pasado más de diez meses desde aquel 20
de diciembre del pasado año para que la situación se resolviese y sin embargo,
desde esa fecha, hemos vivido una época en la que han seguido primando otras
razones y factores por encima de los valores fundamentales que deben prevalecer
para formar un gobierno de garantías y que ofrezca seguridad al ciudadano. En
todo este tiempo he echado en falta la razón principal por la cual debemos
guiarnos; las propuestas. Más de diez meses de estrategia, de imponer quién
debe abstenerse, de quien debe seguir luchando en minoría y de infinitas sorpresas.
Mientras tanto seguimos sin saber qué medidas pueden ser las oportunas para
mejorar el empleo o que propuestas pueden ser beneficiosas para la sanidad o
educación. En este tiempo han seguido saltando casos de corrupción, los
telediarios han retransmitido juicios como las “Tarjetas Black” o el famoso “caso
Gurtel”, nuestra deuda pública sigue en aumento, las cifras de déficit siguen
superándose por día, descubrimos que la hucha de las pensiones se va quedando
cada vez más vacía y la izquierda vive la mayor ruptura de la democracia. A
pesar de todo eso, y de otras muchas situaciones que faltan, no se ha escuchado
nada sobre como paliar esa corrupción, como modificar el código penal para poner
condenas ejemplares, como conseguir reducir la deuda, como garantizar un
sistemas de pensiones efectivo, como establecer un sistema de conciliación
laboral para que hombres y mujeres puedan trabajar y contribuir a la sociedad a
la vez o como imponer propuestas para
que de una vez por todas el desempleo baje.
Puedo llegar a ser repetitivo pero siguen
escaseando valores como la coherencia, el sentido común y la responsabilidad. No
somos consecuentes con nuestros actos y muy pocas empresas llevan a cabo la responsabilidad
social corporativa que ellos mismos crearon y cuyo fin es de interés social. Los
que están en el hemiciclo no imponen sentido común a muchos de sus privilegios
y la coherencia de algunos obreros se va diluyendo. Bruselas ya nos advierte de
que hay que realizar más ajustes y nosotros nos seguimos dando golpes de pecho
presumiendo lo “europeos” que somos aunque, en la mayoría de asuntos, nos
parezcamos bien poco a ellos.
Por todo ello, siempre me pregunto: ¿Somos
una sociedad ignorante o sabemos lo que ocurre pero aún así nos vence el pasotismo?
¿No nos afecta lo que sucede? ¿Nuestra sociedad esta apalancada y no es
valiente? ¿El conformismo se ha apoderado de nosotros de tal forma que no exigimos
responsabilidades? Menos mal que lo más fácil es saber decir: Hakuna Matata.
Cuak!
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