Cierro los ojos y sigo recordando
tu llanto. La tarde de un día como hoy, de hace dos años, llegaste a nuestras
vidas para transformarla y para dar una aire distinto. Irrumpiste en ella para
alegrar e impulsar sus días. Te convertiste en otra razón más por la que luchar
cada día y, sobretodo, otro motivo más para disfrutarla en la mejor compañía.
Parece que fue ayer cuando pasó
todo y de pronto pasan los días, semanas, meses y años. Recuerdo aquellas
primeras noches en las que llorabas por hambre. Tu llanto, provocado por la
llegada a un nuevo mundo, estaba justificado y por ello nos convertimos en tu
guía y tu apoyo. Pusimos todo nuestro empeño por darte cariño, amor y
atención. Tu madre, de la que no te
querías despegar, te dio todo lo que una madre pueda dar. Juntos te hemos arropado con la manta de
estrellas que aún conservas y ambos unidos te hemos contemplado mientras
duermes. Te recuerdo en mis brazos, unas veces dormido y otras sonriendo. No
olvido las noches en las que, todos, llegábamos agotados. Es imposible olvidar tus
primeros biberones, tus primeras papillas y la unión que aún perdura junto a tu
inseparable Manolo. Tu peculiar forma de comer nos mantenía a tu lado más
tiempo de lo habitual pero ningún minuto a tu lado se denomina perdido.
En el recuerdo perduran los primeros
pasos, las contagiosas carcajadas y los divertidos baños cayendo la noche. Es
otro aire, una nueva vida. Es tender cuatro cordeles de ropa en el que poco a
poco la ropa crecía. Es ir a la playa con la pala, rastrillo, bañeras y un
largo sinfín de accesorios tuyos. Llenarte de arena y bañarte en el mar. Chutar
a la pelota y alejarte cuando se iba hacia el mar. Volverte agotado y
acurrucarte mientras sueña.
A diferencia del último 9 de
noviembre, tus lentos pasos ya son carreras, tus expresiones se han traducido
en palabras, tu enfado ahora es atención pero lo que no cambia, y esperemos que
nunca lo hagas, es tu sonrisa. Al igual que tu madre, irradias alegría por
donde quiera que vayas. Tu felicidad e inocencia nos alimenta a un nivel que
jamás podrías imaginar. Tu mirada hace que cualquier cosa inexplicable tenga
sentido. Tus espontáneos abrazos son una realidad y tus besos las dosis de
vitaminas perfecta.
Ahora estas a tan solo veinte
pasos. Esa es la distancia que las noches nos separan. En el paso veintiuno ya
nos encontraras pero permanece tranquilo que desde el primer paso ya podrás
contar con nosotros. No te dejaremos caer ni caminar solo. Hoy se cumplen dos
años que la vida nos regaló el mejor tesoro posible. Felicidades Alberto.
Cuack!