Otro días más. A tan sólo unos metros, la distancia que
puede medir veinte pasos para ser más exactos, ya se escucha. ¡Mamá! ¡Papá! Ya
está ahí. Nuestro superhéroe se despertó ¿Qué misión tendrá encomendada hoy?
¿Con que nueva historia nos alegrará el día?
Un nuevo día transcurre. Ya van más de setenta y otro día
más está encerrado en su fortaleza, prisión de juguetes o castillo encantado.
Llámalo como quieras pero para él, ahora, es el mejor lugar donde tener que ejecutar
las difíciles misiones encargadas. Es el lugar que le protege del enemigo.
Nuestro único enemigo.
En todos estos días, este superhéroe ha tenido que llevar a
cabo, con resignación y sin protestar, varias misiones, como por ejemplo dejar
de ver a sus seres queridos. Ha tenido que abordar el cometido de renunciar varias horas del día a divertirse y aprender al
lado de sus amigos. También se le encomendó la difícil tarea de aplazar las
visitas de los abuelos. De todas, sin duda, la más complicada de llevar a cabo.
Durante muchos días solo veía paredes mientras esperaba la hora mágica para
abrir la ventana, salir a aplaudir y sonreír (su gran superpoder). En esa hora parecía
que estábamos unidos y él llego a pensar que no se encontraba solo para luchar
contra el único enemigo. A lo largo de todo el confinamiento ha cumplido otra
misión, no ha pisado la calle pero ahora que ya puede salir ha tenido que
recortar la distancia y el tiempo de sus paseos. Sin embargo, aun sigue viendo
contrariado como las terrazas se llenan mientras el columpio y el tobogán siguen
precintados. Armado con su mascarilla y sin discutir vuelve a la fortaleza. El
superhéroe tiene que descansar.
En todo este tiempo, lo miraba una y otra vez con lástima,
orgulloso, contrariado y sin respuestas.
Algo desconocido ahí fuera lo convirtió en superhéroe. No solo ejecutó las
misiones anteriormente citadas sino que, a la vez, fue capaz de alegrarnos,
divertirnos y mantenernos ocupado en este tiempo tan extraño. Cuando sea mayor
le explicaré porque es un superhéroe.
Sin embargo ahora los mismos que aplaudían, armados con cacerolas y cucharas, se unen al enemigo.
Sus capas son banderas y su traición es incierta, al menos hasta dentro de unos
días. Están equivocados en el momento y cometen una irresponsabilidad que
esperemos no tenga daños colaterales. No soy científico pero a la vista de lo
que ha pasado y remitiéndome a los datos, el virus afecta por igual a todos. Esos
que se hacen llamar políticos pero sin hacer política animan a la
irresponsabilidad que llevada desde la tribuna del orador se puede convertir en
el segundo capítulo de esta lucha. El virus, el enemigo verdadero, también
afecta a los ignorantes que no cumplen la normativa y que por su ineptitud
puede perjudicar al que la cumple. No quiero que mi superhéroe vuelva a estar
encerrado y tenga que resignarse por tu irresponsabilidad. Él combate sin
hacerte daño.
Piensen en nuestros pequeños superhéroes y no bajen la guardia. Guarden la bandera que
ya habrá momento de sacarla. La economía se puede reponer, con mayor o menor
premura, como así se ha demostrado a lo largo de la historia. Las muertes no.
Cuack
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