No es fácil, nadie dijo que lo fuera. El paso del tiempo es el enemigo de la vida pero también puede ser el aliado perfecto del disfrute de la misma. Crecer y envejecer, madurar y ayudar o comprender y enseñar. Hace más de tres años que mi vida volvió a cambiar. Llegó otro rol, otra responsabilidad. Hasta entonces, era hijo, hermano, amigo y marido. Ahora le añado la más bonita de todas: ser padre.
Cuando eres hijo intentas
aprender todo lo posible de tus padres. Te dejas guiar por ellos y aprendes
todo aquello que con cariño te enseñan. Son nuestros referentes, nuestros
ángeles. Les debes todo a ellos. Cuando eres hermano comienza a nacer en ti el
sentido de la protección. Ya existe una persona que te requiere y que se fijará
en ti hagas lo que hagas. Sabes que ya no estarás solo, que podrás compartir
vivencias y situaciones únicas. Podrás educar y aprender a su lado. Llegan los amigos y es entonces cuando
comienzas a valorar la palabra amistad y todo lo que a ella le rodea. La
sinceridad, diversión, confianza y solidaridad son algunas de las
características que unen a los amigos. Por suerte, puedo seguir contando con
ellos. Vas creciendo y madurando (o eso crees) y es entonces, de repente, cuando comienza otra etapa. Conoces a la
persona que te acompañará a tu lado, que te aporta equilibrio, que te protege
con sus abrazos, que te valora, que te escucha, que te auxilia, que te
tranquiliza y, lo más importante de todo, que te quiere. Un “si quiero” lleno
de alegría y una constante sonrisa que llego para ser eterna. Llega la época en
la que el sendero de tu vida comienza a hacerse más ancho. Ya no viajas solo.
Y, en medio de esta última, llega
la más difícil de todas: ser padre. La más apasionante e incierta a la vez que
bonita y sacrificada. Es sin duda la más motivadora de todas. La que amanece
con un beso y una sonrisa y la que a veces desespera a lo largo de la noche.
Pero da igual. Toda sonrisa devuelta sin motivo lo cura todo. La
responsabilidad de ser padre me apasiona, no lo voy a negar. Es combinar la
protección y el cuidado con la disciplina y educación. Amo ser padre de dos
preciosas criaturas que me alegran la vida. Por muy inclinado que este el día
ahí están ellos para enderezarlos. Por muy cansado que esté ahí están ellos
para doblegar el cansancio. Pero repito, da igual. Es su inocencia, su dulzura,
sus conversaciones y su lógica la que te motiva cada mañana.
Pero también es la etapa más
difícil de asumir y por ello hay que disfrutarla cada segundo. El tiempo pasa y a veces, por nuestras reacciones,
convicciones o actitudes, no nos damos cuenta de ello. A veces prestamos más
atención a otras situaciones de la vida. Nos importan más otros aspectos
secundarios y centramos nuestras
energías en factores que no recompensan. A cada una, démosle el tiempo
necesario y en su justa medida. A nuestros hijos, toda la atención y tiempo que
necesiten.
Cuack!
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