lunes, 17 de febrero de 2014

Desmantelando al garrafón



Que mal cuerpo se le queda a uno después de una borrachera del día anterior. Siempre lo solemos achacar a varios factores: es que no tenía buen cuerpo, la comida me sentó mal, he comido muy poco, el último cubata fue clave… y así, un sinfín de motivos por el cual al día siguiente no queremos escuchar ni los pajaritos cantando por la ventana. Pero hay un estudio que confirma que las resacas son muy diferentes en función del tipo de alcohol que se toma. Hay resacas (de más de un día) y resacas (de medio día).

En nuestro país se bebe 1.600 millones de cubatas al año, ¿sorprendente verdad? Pues atención a los datos que poco a poco les voy a ir explicando. Para empezar, los millones de litros de alcohol que corren pon nuestras venas, siempre y cuando el camarero llene como debe ser un cubata (hasta el segundo hielo, sin escatimar), es de 130. Un informe elaborado por la Cátedra de Comunicación y Salud de la Universidad Complutense de Madrid ha tomado como muestra a individuos entre 14 y 75 años y como ya les advierto los datos sorprenden.  A la semana, el 11,2% de los españoles se toma un pelotazo, como poco. Un 60,4% prefiere tomar las copas en bares y restaurantes, el 29,7% lo hace en entornos privados y el 9,9% en la calle donde a partir de los 35 años se rechaza la opción de lo conocido como botellón. Quizás el dato más alarmante sea este y es que el 40% de los encuestados no considera peligro ni de riesgo excesivo para la salud la procedencia del alcohol que ingieren. Y aquí está el problema. Según este informe, el alcohol de garrafa se puede obtener de dos maneras: rebabajandolo con agua o utilizando alcohol metílico o industrial (más barato). La ingestión de metanol puede producir cefaleas, vértigo, náuseas, dolor abdominal, visión borrosa o una disminución del nivel de conciencia. Creo que todos conocemos eso síntomas ¿no?

Rara vez encontrarás alcohol adulterado en un bar, sin embargo el problema surge en las discotecas. Antiguamente las botellas se rellenaban en la trastienda con ese alcohol adulterado pero ahora la adulteración se realiza dentro de cierta legalidad. El comprador pide a su distribuidor una marca X de ron, por ejemplo, y el distribuidor les ofrece tres calidades. La calidad A (la del supermercado) la vende por 12 €, la calidad B por 10 € y la calidad C por 8 € ¿Sabéis ya cual tomáis en algunas discotecas y pub, no? Pero la “legalidad” sigue. La primera botella tiene marca X. Hay ocasiones que la segunda también pero a lo mejor viene de una fábrica de Tailandia, por ejemplo, con otros procesos de costes y calidad. Y la C es directamente un ron barato metido en una botella de marca X (la que pedimos). Muchos nos preguntaremos ¿Y las inspecciones de Sanidad? Pues bien, los inspectores comprueban que el alcohol no es tóxico o metílico, es decir que la bebida que parece ser es realmente la que es – no la marca, sólo el tipo de bebida – y que la graduación es la que corresponde con la indicada en la etiqueta.

Pero además de los inspectores de Sanidad tenemos otra baza de apoyo en nosotros mismos, los consumidores. Los habituales de copas en bares siguen haciendo, con la ayuda de las aplicaciones, labores de advertencia. Actualmente existen tres aplicaciones para móviles donde se informan a los consumidores de esos bares y donde se puede dejar constancia de donde sirven alcohol “del bueno” o “del malo”. Estas son GuíGarrafón, GarrafON y Garrafómetro.

El ahorro para los bares es de 4 o 5 euros en cada botella, curiosamente el precio medio de una copa. Y después de leeros esto os daréis cuenta que algunas resacas son más perjudiciales de lo que parecen.

Cuack!





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