Hace muchos años que tú y yo
tenemos un ídolo en la sombra. A la
típica pregunta, ¿quién es tu ídolo?, tenemos la mala costumbre de responder
con el nombre de un famoso. Cantantes, actores, futbolistas…da igual. Ya sean
por sus canciones, películas o destreza con el balón lo más fácil es responder
con un personaje público. Aunque la mayoría de personas no somos conscientes,
nuestro verdadero ídolo está muy cerca. En la distancia o en la habitación de
al lado siempre podremos encontrar a una persona que lo daría todo por nosotros
y que, sin apreciarlo, nos enseña cada día como afrontar las diferentes
situaciones que la vida te pone por delante.
Hay algunos hombres que cargan
con una característica que no desean y actúan de una forma distinta a la
habitual, llegando a unos extremos donde se les puede llamar de todo menos
padre. Un padre verdadero es aquel que sin pedir nada a cambio actúan desde el
corazón. Es un ángel, una protección, un apoyo, un amigo y un tesoro. Pelea por
ti, por la familia y por los suyos. Te aconseja, te guía y te asesora en la
difícil tarea de vivir. La vida pone obstáculos para que al principio se salten
juntos y luego, con el recuerdo y la forma en las que él te enseño, lo saltes solo.
Dicen que la distancia enfría las relaciones pero cuando hay un cariño
verdadero esta relación crece sin, en ocasiones, apreciarlo. La necesidad de la
figura paterna se torna vital y fundamental para empujar al niño, joven y
adulto en la carrera por ser una persona.
Estos ídolos que permanecen en la
sombra son nuestros padres. Hoy, en el día de San José, aquel famoso carpintero
que parece que en la historia nada tiene que ver, celebramos su festividad.
Un día marcado en el calendario para felicitar y dar gracias por su existencia
pero no olvidarse que hay que estar agradecidos de su presencia e importancia todo
el año. Ser padre tiene que ser algo maravilloso y algún día espero formar
parte de esa gran legión de ídolos a la sombra. Con el agradecimiento de por
vida a la persona a la que dedico estas
palabras, quiero felicitar a todos los padres del mundo, a los que han podido
leer esta reflexión y a los que sentados
y con muchas arrugas en su suave piel han escuchado de boca de sus hijos la
palabra felicidades. Gracias por todo.
Cuack!
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