Que nostalgia y anhelo da
recordar hábitos de antes comparados con la situación actual. La tecnología,
útil y eficaz en la gran mayoría de los momentos de aplicación, se puede decir
que es la culpable de ello. Aún así no cuestiono la utilidad de gran parte del motor de
la sociedad pero si es cierto que ha conseguido reemplazar costumbres, alguno
de ellos saludables, por otros en el que la capacidad intelectual o de esfuerzo
del ser humano se reduce.
Hoy en día somos incapaces de
estar sin nuestro Smartphone. Viajamos en transporte público y es como si fuéramos
en una burbuja. Mantener una conversación en el metro con alguien sería romper
esa burbuja y, por lo que veo cada día, parece que no estamos dispuestos a sufrir
esa rotura. Nos cuesta levantar la cabeza y, en consecuencia, luego vendrán los
dolores cervicales según indican varios estudios (y lo sabes). Vas caminando por
la calle y en vez de observar personas andando ves aplicaciones funcionando.
Todo gira en torno a la tecnología, que como he dicho anteriormente es útil y
eficaz, pero nos lleva a adentramos en un mundo de desconexión social. Lo peor
es que ocurre lo contrario, pensamos que estamos más inmersos en el mundo
social que antes y nuestra vida se limita a un me gusta o un retuit. Nuestros
dedos pulgares manejan nuestra forma de vida hasta el punto que no somos
capaces de reconocer nuestra nomofobia. El trompo y el yoyo dan paso al Candy
Crush. La inteligencia y sabiduría que aporta un buen juego de mesa no es, ni
por asomo, similar al hecho de mover una tablet para un lado y para otro como
si dirigieses una moto. Tal es la adicción que en reuniones de amigos es raro
no comentar lo que ocurre en ese momento a través de los grupos de WhatsApp.
Nos cuesta hablar y una risa escrita vale más que una esbozada en nuestro
rostro. Es cierto que ahora es más fácil evadirte de cualquier lugar en el que
no te apetece estar. Sacas el móvil y te conectas a las redes sociales. Así
estas físicamente pero no mentalmente, aunque eso sí, tu creerás que no estás alejado de lo
llamado “social”. Sin darnos cuenta hemos perdido el hábito de elegir irte.
Tanto es el poder tecnológico que
destruye establecimientos, como por ejemplo las librerías. No dudo que sea más cómodo
transportar un ebook que un libro de trescientas páginas pero ¿Y el olor que
desprende un libro cuando lo abres? Eso, se ha perdido y con ello la esencia de
un hábito saludable. Antes leías el 10 minutos o revistas de coches mientras
esperabas en la peluquería ahora basta una aplicación para que la espera no se
haga eterna. No sé cómo explicarlo pero ahora hay más ruido en la sociedad pero el mundo es
más silencioso.
Somos los más revolucionarios,
desde el sofá claro, los más conocidos en la red, pero no así fuera de tu casa.
Hemos pasado a ser usuarios y contraseñas y sin darnos cuenta hemos dejado de
ser personas. Sin querer nos han transformado. Algo muy similar nos ocurre
con la inmediata necesidad que tenemos de informar de todo lo que hacemos a todos
nuestros contactos, que pueden ser amigos (de verdad y sociales) o simples
conocidos de conocidos que por error aceptaste su amistad. Ahora nos gusta
expresar nuestros sentimientos e inquietudes vía Facebook o Twitter olvidándonos
por completo de lo bonito que era cuando se lo decías a la cara.
En fin, ya llego la parada del
metro en la que me tengo que bajar. Llegaré a casa y compartiré estos pensamientos en
Facebook y Twitter para ver qué opina el resto.
Cuack!
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