jueves, 12 de marzo de 2015

50 sombras del pasado

Que nostalgia y anhelo da recordar hábitos de antes comparados con la situación actual. La tecnología, útil y eficaz en la gran mayoría de los momentos de aplicación, se puede decir que es la culpable de ello. Aún así no cuestiono la utilidad de gran parte del motor de la sociedad pero si es cierto que ha conseguido reemplazar costumbres, alguno de ellos saludables, por otros en el que la capacidad intelectual o de esfuerzo del ser humano se reduce.

Hoy en día somos incapaces de estar sin nuestro Smartphone. Viajamos en transporte público y es como si fuéramos en una burbuja. Mantener una conversación en el metro con alguien sería romper esa burbuja y, por lo que veo cada día, parece que no estamos dispuestos a sufrir esa rotura. Nos cuesta levantar la cabeza y, en consecuencia, luego vendrán los dolores cervicales según indican varios estudios (y lo sabes). Vas caminando por la calle y en vez de observar personas andando ves aplicaciones funcionando. Todo gira en torno a la tecnología, que como he dicho anteriormente es útil y eficaz, pero nos lleva a adentramos en un mundo de desconexión social. Lo peor es que ocurre lo contrario, pensamos que estamos más inmersos en el mundo social que antes y nuestra vida se limita a un me gusta o un retuit. Nuestros dedos pulgares manejan nuestra forma de vida hasta el punto que no somos capaces de reconocer nuestra nomofobia. El trompo y el yoyo dan paso al Candy Crush. La inteligencia y sabiduría que aporta un buen juego de mesa no es, ni por asomo, similar al hecho de mover una tablet para un lado y para otro como si dirigieses una moto. Tal es la adicción que en reuniones de amigos es raro no comentar lo que ocurre en ese momento a través de los grupos de WhatsApp. Nos cuesta hablar y una risa escrita vale más que una esbozada en nuestro rostro. Es cierto que ahora es más fácil evadirte de cualquier lugar en el que no te apetece estar. Sacas el móvil y te conectas a las redes sociales. Así estas físicamente pero no mentalmente, aunque  eso sí, tu creerás que no estás alejado de lo llamado “social”. Sin darnos cuenta hemos perdido el hábito de elegir irte.

Tanto es el poder tecnológico que destruye establecimientos, como por ejemplo las librerías. No dudo que sea más cómodo transportar un ebook que un libro de trescientas páginas pero ¿Y el olor que desprende un libro cuando lo abres? Eso, se ha perdido y con ello la esencia de un hábito saludable. Antes leías el 10 minutos o revistas de coches mientras esperabas en la peluquería ahora basta una aplicación para que la espera no se haga eterna. No sé cómo explicarlo pero ahora hay más ruido en la sociedad pero el mundo es más silencioso.

Somos los más revolucionarios, desde el sofá claro, los más conocidos en la red, pero no así fuera de tu casa. Hemos pasado a ser usuarios y contraseñas y sin darnos cuenta hemos dejado de ser personas. Sin querer nos han transformado. Algo muy similar nos ocurre con la inmediata necesidad que tenemos de informar de todo lo que hacemos a todos nuestros contactos, que pueden ser amigos (de verdad y sociales) o simples conocidos de conocidos que por error aceptaste su amistad. Ahora nos gusta expresar nuestros sentimientos e inquietudes vía Facebook o Twitter olvidándonos por completo de lo bonito que era cuando se lo decías a la cara.

En fin, ya llego la parada del metro en la que me tengo que bajar. Llegaré a casa y compartiré estos pensamientos en Facebook y Twitter para ver qué opina el resto.


Cuack!



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