martes, 29 de septiembre de 2015

El señor de la Bahía

Majestuoso e impresionante. Estas son las dos palabras que más se escuchan en boca de los gaditanos, y no gaditanos, al ver el nuevo puente. El pasado 24 de septiembre, por fin, se inauguró El puente de la Constitución de 1812. Aunque algunos lo hayan bautizado como el puente de “la Pepa”, esta infraestructura tiene una longitud de 3.092 metros lo que le hace ser más largos que el Golden Gate de San Francisco o el puente de Brooklyn de New York que une este famoso distrito neoyorkino con el sur de Manhattan. En España es el puente de mayor luz, término que se utiliza para medir la longitud entre los apoyos del puente, con 540 metros y el tercero de Europa. Además, si tomamos de referencia la distancia entre la parte inferior de la estructura y el nivel medio del agua (gálibo vertical) podemos decir que el puente de la Constitución de 1812 es el segundo del mundo, solo superado por el Puente Verrazano de Nueva York. Su creador es el famoso Javier Manterola, Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, natural de Pamplona.

Expresiones como "el puente de la ilusión", "el puente de la esperanza", "un puente que no conduce a nada" o "el puente del empleo" son algunas de las más sonadas en estos días para remarcar la función de esta obra de arte. Es cierto que la inauguración no estuvo a la altura. A pesar de participar en ella las diferentes personalidades representativas del país, los más importantes, los gaditanos, quedaron al margen. Tras la inauguración, en la ciudad destacan los derrotistas y los que piensan que esto es la panacea universal. No creo que la creación de este puente sea sinónimo de creación de empleo. Objetivamente este nuevo puente lo que genera es una mejora en las comunicaciones con Cádiz y lo valioso de esta mejora se verá si por esta vía se produce la entrada de nuevos inversores en la ciudad, ya sean disfrazados de empresarios o turismo nacional e internacional. Si esto no se produce, el nuevo puente solo valdrá como la tercera vía de entrada en la tacita de plata. Muchos pensarán que antes también existían otras dos vías de entrada a la ciudad (el puente Carranza y la autovía de San Fernando) y aún así los inversores no llegaban. Pues bien, ahora hay otra vía más. Aprovechémosla. Subjetivamente, esta obra de ingeniería moderna debe ser clave en la mejora de Cádiz pero no la única y tiene que adoptar el papel de pionero en el resurgir de la ciudad como portador de la entrada de capitales. Pero para todo esto no basta con crear un nuevo puente.

Es hora de que Cádiz se convierta en una ciudad relevante y lo mejor de todo es que, si quiere, tiene mucho potencial para ello. No basta con venir a Cádiz en sus fiestas populares, los carnavales, o durante la época de verano. Cádiz tiene materia prima suficiente para ser relevante durante todo el año pero para ello debe existir una unión entre empresarios, Ayuntamiento y los propios gaditanos. Es el momento en el que cada uno ceda en su parcela para la mejora de la ciudad. Hay que levantar Cádiz. Primero para los gaditanos. Los mejores, y más baratos, embajadores que tiene la ciudad somos los que por diversos motivos, sobretodo el laboral, estamos fuera de nuestra ciudad. De forma desinteresada llevamos la ciudad por bandera y siempre que tenemos ocasión volvemos a ella. Allí se encuentran la familia y los amigos y desde la lejanía duele ver como los enfrentamientos en los plenos o en las administraciones ensucian la alegría de la ciudad. Venga gaditanos, entre todos podemos y la solución puede estar más cerca de lo que parece. Tenemos un señor en la bahía que con el permiso de Neptuno se ha establecido en ese lugar de forma estratégica para ayudar a que la ciudad mejore. Ha costado mucho económicamente y ha durado bastante tiempo de construcción. Ahora que lo tenemos utilicémoslo con provecho. Gaditanos, Cádiz nos necesita.


Cuack!  




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