Escuchando la radio y leyendo la
prensa de hoy he dado con una noticia relacionada con la historia de nuestro
país pero plasmada en la actualidad. Se trata de una historia que se desarrolla
en una de las etapas más negra, sino la peor, de nuestro país: el
franquismo. El instrumento protagonista
de nuestra historia es la radio. Desde La Nochebuena de 1906, primera
radiodifusión de audio de la historia desde la estación de Brant Rock en
Massachusetts, hasta nuestros días, la radio se ha convertido en un aparato
fundamental en nuestras casa, coche, lugar de trabajo e incluso cuando salimos
a pasear. Debido a la importancia de la misma es necesario recordar el valor y
la labor de ella en aquella época.
Durante la dictadura miles de
historias y testimonios de los vencidos llegaban a Radio España Independiente
en forma de misivas. En la mayoría de ocasiones jugándose la vida por ello. La
Pirenaica, como se conocía a Radio España Independiente, recibía miles y miles
de testimonios. Un total de quince mil de aquellas cartas han sido analizadas
ahora en un libro titulado “Las cartas de
La Pirenaica. Memorias del antifranquismo”. Según sus autores, Rosario
Fontova y Armand Balsebre, este libro refleja la gran queja colectiva de los
represaliados del franquismo y no sólo desde el punto de vista del castigo
jurídico o carcelario sino desde el de las humillaciones a que fueron
sometidos. Este “tesoro documental” supone la confirmación de una época donde
los radioyentes enviaban sus historias a la emisora clandestina del PCE, fundada
en 1941 en Moscú y que surgió para combatir el fascismo en tiempos de guerra.
Más tarde, en 1955 traslado su sede a Bucarest donde estuvo funcionando hasta
el 77. En estas cartas se recogen testimonios inéditos de la España del hambre,
la miseria y la represión.
Si algo, común en todas, se podía
palpar en las cartas era el miedo. Lo que estaban haciendo no dejaba de ser un
acto ilegal. Este miedo llevaba también a algunos remitentes a escribir con
guantes, para no identificar las huellas, o a escribir en papel de luto, para
disimular, o incluso utilizar tinta invisible, es decir, escribir con palillos
mojados en limón que luego al aplicar una fuente de calor se podía leer. Cada carta
era una historia, cada historia era un mundo. El objetivo de los autores de este libro es
contribuir a deshacer la leyenda de que las cartas de Radio Pirenaica eran
falsas. Para ello, basta con consultar el archivo epistolar y ver los sobres
con sus matasellos. Las cartas son ciertas, algunas son de militantes del
partido, pero la inmensa mayoría son de gente anónima que utilizaba el correo
para contar sus vidas. Y para muestras, os dejo un fragmento de una de las
cartas donde se puede comprobar el semianalfabetismo de las personas en aquella
época.
"Cuando tenía 11 años, dejé de 'Hir' al colegio. No aprendí nada
más que 'la vecedario' y un libro que se llamaba Catón. Hasta que 'tube' 21
años 'estube' trabajando en el campo. Ahora trabajo en una fábrica. 'Llebo' 20
años y cada 'bez' nos tratan peor. Los jefes dicen que al 'Hobrero' hay que
tratarlo como al limón: sacarle el zumo y luego tirarlo".
El momento de más auge de las
cartas se desarrollaron en 1962 cuando se produjo las huelgas de la minería
asturiana. La Pirenaica recibió un total de 1824. Un año más tarde estas
aumentaron hasta 4378 por la detención de Julián Grimau. Su muerte indignó a
los oyentes y los enfrentó con el recuerdo de sus propios muertos en la guerra
y en la primera posguerra. Rosario y Armand nos traen el recuerdo de la
historia plasmado en un libro de pura investigación, pura realidad y puro
sentimiento.
Cuack!
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