Tú y yo, ¿Cuál es la diferencia?
A pesar de varios intentos fallidos por querer demostrar la diferencia que
existe entre una persona y otra siempre hay algo por el que nos diferenciamos.
Ya bien sea por el aspecto físico o por la distinción de clases, las personas
nos diferenciamos entre nosotros y quizás por ello hace más especial que seamos
tan distintos. Pero ¿Qué ocurre cuando en el ámbito en el que todos debemos ser
iguales prevalece más la diferencia?
Desde la antigüedad, la más
antigua de todas, siempre ha habido clases y clases. Marcado sobre todo por el
poder económico, como el gran matiz de todo, las personas hemos andando y
desarrollado nuestra vida en función a ello. Pero, perdón por la insistencia,
¿Por qué cuando tú y yo tenemos por delante los mismos medios no se actúa de la
misma forma? Siempre existe algo de beneficencia para quien no la merece y
siempre existe un mayor grado de apoyo para el que menos lo necesita. Sin ir
más lejos, estos días o, mejor dicho, esta época de desigualdades que vivimos,
estamos viviendo claros ejemplos de que hay ciertos aspectos del sistema que no
funcionan bien o no funcionan de la forma más objetiva posible. Todo ello
alimentado por las distintas ideologías y también, porque no, por las
diferencia en poder alcanzar ese éxito mediante la diferencia de poder
adquisitivo. Uno de los ejemplo a los que quiero hacer referencia es a la
distintas formas de actuación de ciertos fiscales, jueces e incluso prensa. Un
caso muy cercano para explicar esto es la diferencia en el tratamiento de los
afectados por las preferentes y una de las Infantas. Por un lado se acusa que
las personas de 70, 80 e incluso 90 años que firmaban preferentes estaban en
disposición y tenían plenos conocimientos para firmar ese producto financiero pero
sin embargo, si acudimos al caso Noos, nos informan que desde la fiscalía se
solicita que la Infanta no tenía conocimiento de los papeles que, junto con su
marido, aquel de curiosa firma, firmaban. Una persona que tiene la mejor de las
formaciones no sabe lo que firma pero sin embargo ancianos abducidos y
engañados por los magos de las estafas si tenían amplios y plenos conocimientos
financieros. Aquí me gustaría saber ¿Por qué tu si y yo no? Otro ejemplo que
podemos destacar es el que en estos días vemos
en el caso Bárcenas. El presidente del Senado hace poco declaró ante el
juez que no sabía que tenía que declarar el préstamo que desde el partido le
habían hecho. Curioso que un hombre con ese estatus desconozca tal
conocimiento, quizás habría que plantearse que si una persona que no sepa eso
deba estar donde actualmente esta. Sin embargo, por otro lado, existen
ciudadanos investigados por Hacienda por el incumplimiento de casos similares.
Por último, el tercer ejemplo que pongo de desigualdad es el caso Blesa, ex
presidente de Caja Madrid. El directivo concedió créditos a su amigo presidente
de Viajes Marsans aún sabiendo que está empresa era insolvente y se encontraba
en concurso de acreedores, no obstante que un ciudadano de a pie acuda a
cualquier banco a solicitar un préstamos se convierte en una de las mayores
batallas que tiene sufrir en su vida, miles de papeles, avalistas y compromisos
para luego esperar un veredicto que puede ser satisfactorio o no. Aún así, el
ex presidente de la entidad, fue juzgado aunque en poco tiempo salió de la
cárcel, menos mal que en este caso se rectificó y volvió a entrar.
Con todo esto ¿Qué quiero decir?
Pues que, desde mi punto de vista, la mayoría de los ciudadanos no pedimos
mayores castigos a unos que a otros sino que impere el principio máximo de
igualdad. Para falsear, mentir y estafar todos somos iguales pues para juzgar
todos también deberíamos ser iguales. Menos mal que queda la esperanza de
honestos jueces que si luchan por ello. Una lucha por el cambio de sistema y
una lucha por la aplicación de igualdad.
Cuack!
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